Que los liberales están en contra de la ecología y del movimiento verde es uno de esos grandes mitos que hay que desbancar, para que todos podamos trabajar en conseguir un objetivo común: conseguir una economía libre, sin destruir el medio ambiente.
La contaminación es un producto no deseado de toda producción. En pocas palabras, está formado por materiales que han sido adquiridos con dinero, pero que se desechan, ya que no ha sido posible transformarlos en un producto nuevo. Si, como dicen las malas lenguas del ecologismo radical, a los liberales solo les importan el dinero; la contaminación es un gasto.
Como el objetivo de cualquier productor es reducir los gastos y aumentar los ingresos para generar beneficios, ¿no sería más liberal reducir la contaminación para que los materiales desechados sean los menos posible?
El desastre del Mar de Aral
En este sentido, sería conveniente señalar que las sociedad occidentales desarrolladas, muchas de ellas basadas en políticas liberales, son las que más han reducido sus niveles de contaminación. De hecho, uno de los mayores desastres ecológicos, el del Mar de Aral, tuvo lugar en la República Socialista Soviética de Kazajstán, una nación done el liberalismo brilla por su ausencia y donde 30.000 kilómetros de fondo marino quedaron al descubierto, haciendo que el Mar de Aral pasara de ser el cuarto mayor mar interior del mundo al sexto.
En 30 años, de 1960 a 1991, el volumen del agua se redujo un 60% desplazando la ribera más de 70 kilómetros. Al mismo tiempo, la concentración salina aumentó desde el 10% al 23%, al retirarse el agua, los vientos arrastraron la sal y los pesticidas acumulados en el lecho marino al descubierto, provocando la ruina para las cosechas y dañando la salud de la población cercana.
El liberalismo inglés y el fin del Black Smog
Por otra parte, en el mismo período de tiempo, comprendido entre 1960 y 1990, la acumulación de SO2 en la atmósfera londinense descendió de 150 ug por metro cúbico a solo 10, por lo que la famosa niebla de la capital británica ya no es más que un fenómeno natural y no una acumulación de hollín y partículas contaminantes. Esta reducción se debe a las políticas liberales que han buscado combatir la contaminación, regulando las emisiones de las fábricas y el tráfico urbano.
Con estos claros ejemplos, se desmonta uno de esos grandes mitos que refuerzan los ecologistas radicales y que señalan a los liberales y al capitalismo como el principal responsable de los desastres medioambientales y de la contaminación.