¿Es posible incluir la conservación del medio ambiente dentro del mercado? Esta pregunta posiblemente haya tenido como respuesta un tajante “no”. La misma que tuvieron aquellos que se atrevían a decir que la liberación del mercado telefónico mejoraría su servicio, o que la liberación (más o menos) de la distribución eléctrica resultaría ampliamente beneficiosa para los ciudadanos.
Durante muchos siglos no existieron reguladores ni burócratas, ni gobiernos encargados de la gestión del medio, y estos se mantuvieron incólumes al destino y así llegaron a nuestro tiempo. El medio ambiente era de todo el mundo y existía una especie de consciencia entre la gente que trabajaba el medio, que sentía cierta responsabilidad en su cuidado.
Sin embargo, por alguna razón, todo cambió hace un siglo, y desarrollado de forma mucho más amplia por el III Reich, la gestión del medio natural pasó a ser algo en manos de la administración. En Ecología liberal para no ecologistas y no liberales el autor quiere poner de manifiesto que la gestión privada también es posible, que existen múltiples ejemplos a través de los distintos continentes, y que podrían ser complementarios a la gestión centralizada. Además, siempre existirán poderosos incentivos por parte de los propietarios a mantenerlas, al jugarse su propia su subsistencia.
En este sentido, el desarrollo económico y social de las naciones ha tenido una fuerte influencia sobre el medio ambiente. El aumento del volumen de tráfico comercial ha tenido un gran impacto sobre el crecimiento o la disminución de la contaminación, así como las regulaciones sobre el medio ambiente.
El mercado y la contaminación
Un estudio de mayo de 2016, llamado Trade Openness and environmental quality: International evidence, en el que participaron 98 países, analiza la relación directa entre el mercado, concretamente el tráfico comercial, y la contaminación. El crecimiento de la producción y comercialización de productos ha traído consigo un incremento en los índices de contaminación.
Sin embargo, no siempre es así, ni lo es en todos los países por igual, algo que los más alarmistas quieren hacernos creer que sí sucede. El propio estudio demuestra cómo en ciertos países desarrollados estos efectos se pueden revertir, incluso convertirse en efectos positivos.
Estos países obtienen mayores beneficios del comercio, por lo que suelen crear también toda una serie de regulaciones y normativas que buscan proteger el medio ambiente y reducir los índices de contaminación elevados, que crea la propia dinámica del mercado (debido a factores como el incremento del consumo energético, el transporte, etc.).
Por otra parte, los países subdesarrollados y aquellos en vías de desarrollo no disponen de estas herramientas regulatorias, por lo que el impacto que tienen sobre el medio es mucho mayor. Por ejemplo, otro estudio de 2013 sobre el desarrollo en Sudáfrica, señala que el país utiliza el carbón como fuente principal de energía, lo que perjudica seriamente el medio ambiente.
¿Tiene efectos positivos el mercado en la conservación del medio ambiente?
La respuesta, aunque parezca imposible, es “sí”. El crecimiento económico y social que provoca el aumento del comercio, puede llevar a los países, en primer lugar a crear unas normas más estrictas sobre la contaminación y la conservación del medio ambiente, en segundo lugar, a elevar sus inversiones en mejoras a la producción, que reduzcan la huella ambiental, así como reinvertir parte de los beneficios en programas de cuidado del medio ambiente.
El crecimiento económico también suele ir ligado a una mayor preocupación por el medio ambiente, lo que se suele traducir en programas de incentivos para empresas que reduzcan las emisiones contaminantes y otros tipo de medidas de protección ambiental.